Él lo llamaba amor.
Déjame decirte que esto no es poesía, es una oda al amor, al odio, a la rabia, a la impotencia, al no saber nada, al darlo todo y recibir indiferencia, a que te claven una puñalada y te pidan perdón, que fue sin querer.. queriendo, claro esta, todo el daño recibido. Este escrito puede ser muchas cosas, puede ser un sin sentido, una jodida perdida de tiempo, puede ser una revelación o una inspiración. Pero aquí estoy respirando por todos los poros heridos que me dejaste, que no fueron pocos.
Me quito los puñales, las espinas, el ácido en el pecho que escupiste con cada mentira y me levanto. Me desnudo completamente e intento limpiar mis heridas con el mar de mis ojos, nada sirve. Todos sabemos que la sal no es buena acompañante, pero a veces es la única solución a la que nos podemos aferrar en noches perdidas.
Y yo, sintiéndolo mucho no siento tu perdida, sino la mía. Me duele más el haber confiado en quien me prometió el paraíso y me arrastro al infierno. Infierno el que pasaba noche tras noche con el mayor de los nudos en el pecho, mintiéndome a mí mismo diciendo que aquello era amor. Por supuesto que no lo era, y yo lo sabía. Pero no es más ciego el que no ve sino el que no quiere ver, y yo, yo no quería ver nada. Yo había saltado de ese avión sin paracaídas, porque pensé ciegamente que no lo necesitaba, que solo bastaban tus brazos, pero la hostia de realidad no fue poca. Supongo que es cierto eso que dicen que el "te lo dije" que más duele es el de uno mismo, porque fue justamente eso lo que me paso. Yo sabía todo desde el primer momento, pero no me quise escuchar. Arriesgue, y eso no es malo. Que no te engañen, a pesar de todo el dolor yo siempre supe que hice lo mejor, amé de la manera más sincera que supe, me abrí en canal y mostré todas y cada una de mis cartas aún sabiendo que eso significaría dar el poder a que quemaran mis alas.
Y me pregunto en qué momento nos perdimos, en qué momento te perdí, o incluso si hubo algún momento que realmente te tuve. Supongo que eso da igual.
Porque él lo llamaba amor,
pero había de todo,
menos amor.
Me quito los puñales, las espinas, el ácido en el pecho que escupiste con cada mentira y me levanto. Me desnudo completamente e intento limpiar mis heridas con el mar de mis ojos, nada sirve. Todos sabemos que la sal no es buena acompañante, pero a veces es la única solución a la que nos podemos aferrar en noches perdidas.
Y yo, sintiéndolo mucho no siento tu perdida, sino la mía. Me duele más el haber confiado en quien me prometió el paraíso y me arrastro al infierno. Infierno el que pasaba noche tras noche con el mayor de los nudos en el pecho, mintiéndome a mí mismo diciendo que aquello era amor. Por supuesto que no lo era, y yo lo sabía. Pero no es más ciego el que no ve sino el que no quiere ver, y yo, yo no quería ver nada. Yo había saltado de ese avión sin paracaídas, porque pensé ciegamente que no lo necesitaba, que solo bastaban tus brazos, pero la hostia de realidad no fue poca. Supongo que es cierto eso que dicen que el "te lo dije" que más duele es el de uno mismo, porque fue justamente eso lo que me paso. Yo sabía todo desde el primer momento, pero no me quise escuchar. Arriesgue, y eso no es malo. Que no te engañen, a pesar de todo el dolor yo siempre supe que hice lo mejor, amé de la manera más sincera que supe, me abrí en canal y mostré todas y cada una de mis cartas aún sabiendo que eso significaría dar el poder a que quemaran mis alas.
Y me pregunto en qué momento nos perdimos, en qué momento te perdí, o incluso si hubo algún momento que realmente te tuve. Supongo que eso da igual.
Porque él lo llamaba amor,
pero había de todo,
menos amor.
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