Veinticuatro horas.
Hay tantas cosas que ahogan mis pensamientos cada noche, y es que nunca fue fácil controlar la razón de un corazón roto. La llama de la pasión que en cada curva derrapa hacia el epicentro de tú pecho, que ahora ya extinguió todas sus llamas. Y ahora solo quedan las cenizas de las flores que un día me regalaste.
Hace veinticuatro horas todo era distinto, tú estabas a mí lado..
Eramos nosotros, juntos.
Y no tú y yo por separado.
Yo escuchaba los latidos de tú pecho, que sonaban como un vals romántico a medianoche. Me fijaba en esa melena y envidiaba a las sabanas por poder tocarte todas las noches.
Pero esa noche, esa noche todo era distinto. Porque yo era el que estaba escuchando el palpitar de tú corazón, y quería pensar que esos latidos lo hacían por mí, porque yo estaba ahí contigo.. enredado entre tus piernas. Y que juro que no hubo jamás un lugar más perfecto en el mundo para echar raíces, que la de tus pupilas clavándose en mi mirada.
Y aún no te has dado cuenta, ¿verdad?.
No te has dado cuenta de que te elegí a ti hace tiempo,
que hace tiempo que abandone mis miedos y los convertí en imágenes de la sonrisa más bonita que nunca vi.
La tuya.
Y ahora la vida ha vuelto a jugar con nosotros, cuando antes era yo el escéptico que no creía en el amor. Que dejo de creer en las palabras de cualquier ladrón, porque todos los cuentos que había leído acababan en tragedia. Lo cierto es que nunca tuve nada que envidiar a Romeo y Julieta, yo ya había muerto por amor 3 veces en vida, antes de conocerte.
Pero hoy estamos aquí, y dudas sobre este corazón lleno de cicatrices.
Y tú fuiste el mismo que un día juro actos y no palabras, me prometió que nos enfrentaríamos al mundo los dos. Y que cada inseguridad se arreglaría con un beso, el beso que hiciera recordar que nos queremos por encima de cualquier pero.
Por eso no tengo nada que temer si voy con la verdad por delante, que ya vendrán espadas a atravesar mi pecho. Que ya vendrán noches de eterna soledad, nudos en la garganta y de lagrimas sostenidas.
Solo te pido que recuerdes una cosa;
Eramos tú y yo,
contra el mundo.
Hace veinticuatro horas todo era distinto, tú estabas a mí lado..
Eramos nosotros, juntos.
Y no tú y yo por separado.
Yo escuchaba los latidos de tú pecho, que sonaban como un vals romántico a medianoche. Me fijaba en esa melena y envidiaba a las sabanas por poder tocarte todas las noches.
Pero esa noche, esa noche todo era distinto. Porque yo era el que estaba escuchando el palpitar de tú corazón, y quería pensar que esos latidos lo hacían por mí, porque yo estaba ahí contigo.. enredado entre tus piernas. Y que juro que no hubo jamás un lugar más perfecto en el mundo para echar raíces, que la de tus pupilas clavándose en mi mirada.
Y aún no te has dado cuenta, ¿verdad?.
No te has dado cuenta de que te elegí a ti hace tiempo,
que hace tiempo que abandone mis miedos y los convertí en imágenes de la sonrisa más bonita que nunca vi.
La tuya.
Y ahora la vida ha vuelto a jugar con nosotros, cuando antes era yo el escéptico que no creía en el amor. Que dejo de creer en las palabras de cualquier ladrón, porque todos los cuentos que había leído acababan en tragedia. Lo cierto es que nunca tuve nada que envidiar a Romeo y Julieta, yo ya había muerto por amor 3 veces en vida, antes de conocerte.
Pero hoy estamos aquí, y dudas sobre este corazón lleno de cicatrices.
Y tú fuiste el mismo que un día juro actos y no palabras, me prometió que nos enfrentaríamos al mundo los dos. Y que cada inseguridad se arreglaría con un beso, el beso que hiciera recordar que nos queremos por encima de cualquier pero.
Por eso no tengo nada que temer si voy con la verdad por delante, que ya vendrán espadas a atravesar mi pecho. Que ya vendrán noches de eterna soledad, nudos en la garganta y de lagrimas sostenidas.
Solo te pido que recuerdes una cosa;
Eramos tú y yo,
contra el mundo.
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