Y ahora, qué nos queda.
Murió la poesía, amor.
Murió contigo la noche que me dejaste.
Murieron todos aquellos versos que te dedicaba desde el ventrículo izquierdo de mi corazón.
Murió la música, y ahora Orfeo viene a pedirme explicaciones.
Poco se habla de todos los besos que te debo, y todas las sonrisas que no pude regalarte. Supongo que los imposibles no existen, me engañé a mi mismo pensando lo contrario. Pensando que tal vez sí, si lo deseas con mucha fuerza. Como aquel niño que sigue creyendo en las hadas. Yo creo, si creo.
Tal vez no supe ver quien eras tú, tal vez no fui capaz de cruzar ese océano de miedos que nos separaba. Y lo siento, quise ser caballero mata dragones y acabe siendo duende miedoso a flechas de acero.
Nunca me dijiste que era lo que te hacia fuerte y que era lo que te hacia débil, supongo que era para protegerte. Cubriste tu corazón con armadura de diamante, y clavaste espadas a cada bombardeo de palabras bonitas que te dedicaba. No sé si por miedo a que cambiara tus esquemas tanto como lo hiciste tú conmigo, o por mi tendencia estropear todo lo que me hace feliz.
Busco por las calles tú recuerdo, me imagino que nos encontramos y que decides apostar por mí, apostar por nosotros. Sabiendo que podemos ser el poema más triste, pero a la vez el más bonito de todos. Apostar a ciegas, como aquel suicida que juega a la ruleta rusa cada noche.
Confieso que miro el móvil cada dos minutos por si vuelves, por si decides pasarte a este barco a la deriva, a este barco varado en los corales de tú pecho.
Por desgracia vivimos en un mundo donde el amor se disfruta a sorbitos, y es eso lo que me lleve de ti, un sorbo de lo que pudo ser y nunca fue.
Murió contigo la noche que me dejaste.
Murieron todos aquellos versos que te dedicaba desde el ventrículo izquierdo de mi corazón.
Murió la música, y ahora Orfeo viene a pedirme explicaciones.
Poco se habla de todos los besos que te debo, y todas las sonrisas que no pude regalarte. Supongo que los imposibles no existen, me engañé a mi mismo pensando lo contrario. Pensando que tal vez sí, si lo deseas con mucha fuerza. Como aquel niño que sigue creyendo en las hadas. Yo creo, si creo.
Tal vez no supe ver quien eras tú, tal vez no fui capaz de cruzar ese océano de miedos que nos separaba. Y lo siento, quise ser caballero mata dragones y acabe siendo duende miedoso a flechas de acero.
Nunca me dijiste que era lo que te hacia fuerte y que era lo que te hacia débil, supongo que era para protegerte. Cubriste tu corazón con armadura de diamante, y clavaste espadas a cada bombardeo de palabras bonitas que te dedicaba. No sé si por miedo a que cambiara tus esquemas tanto como lo hiciste tú conmigo, o por mi tendencia estropear todo lo que me hace feliz.
Busco por las calles tú recuerdo, me imagino que nos encontramos y que decides apostar por mí, apostar por nosotros. Sabiendo que podemos ser el poema más triste, pero a la vez el más bonito de todos. Apostar a ciegas, como aquel suicida que juega a la ruleta rusa cada noche.
Confieso que miro el móvil cada dos minutos por si vuelves, por si decides pasarte a este barco a la deriva, a este barco varado en los corales de tú pecho.
Por desgracia vivimos en un mundo donde el amor se disfruta a sorbitos, y es eso lo que me lleve de ti, un sorbo de lo que pudo ser y nunca fue.
Comentarios
Publicar un comentario